martes, 5 de enero de 2016

La hipoteca energética

Las certificaciones energéticas de edificios dicen que más del 95% del parque de 25 millones de viviendas necesita actuaciones de eficiencia energética por tener una calificación entre las letras D y G. Si se tiene en cuenta que entre la calificación más alta, la A, y la más baja, la G, hay una diferencia del 80% en el consumo de energía y que los costes energéticos van a seguir incrementándose, el parque de viviendas tiene una hipoteca energética tan significativa como la financiera y crece a lo largo de la vida útil de la vivienda.
     La mayor parte del parque se edificó sin obligación de eficiencia y con el mayor uso de combustibles fósiles, pero las directivas europeas han acabado con un modelo caro e insostenible. A la hipoteca energética de los hogares se añade la hipoteca que para España supone dedicar cada año el 5% del PIB a pagar las importaciones de gas y petróleo. Las casas representan el 18,6% del consumo energético nacional. Eso significa que con una eficiencia del 50% podría ahorrarse 5.000 millones de euros al año y, con una eficiencia del 80%, hasta 8.000. Cifras conservadoras teniendo en cuenta el potencial de ahorro en el sector residencial y que hacen de la rehabilitación uno de los motores de la industria, la innovación tecnológica y el empleo.
     La crisis ha cambiado al consumidor, que antes ni siquiera sabía lo que pagaba de luz y ahora le agobia el coste de la energía. La extensión de la pobreza energética es el resultado de no haber alentado ni una sola política de protección a los consumidores. La Comunicación de la CE sobre la Unión Energética mencionaba la eficiencia como la mejor protección para el usuario a través del autoconsumo y contadores inteligentes. Nada más lejos de la reforma energética emprendida en España, que ha lanzado el mensaje más negativo sobre el ahorro con la subida del 100% en el término fijo de potencia de la factura energética.
     La energía forma parte del valor de la vivienda y la calificación energética puede suponer su revalorización hasta en un 14%. La mayor parte de las inversiones en ahorro de energía son de coste cero o por debajo de lo que cuestan los combustibles fósiles.
Faltan señales de precio a través de la política energética y fiscal que hagan accesible la financiación a los consumidores y un modelo energético que les reconozca su derecho a elegir la energía que quieren consumir.
Escrito por JAVIER GARCÍA BREVA para El Mundo
Es experto en energía, presidente de N2E y ex director general del Idae.
fuente: http://www.elmundo.es/economia/2015/03/13/5501e104e2704e19388b4571.html

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